
El centro social
“Los romanos lo convirtieron en el foro, los cristianos en las plazas de las catedrales y los skaters en la plazoleta del ayuntamiento”
Ya desde la época griega, los centros cívicos siempre han girado alrededor de las plazas, de los puntos de encuentro abiertos situados estratégicamente en el corazón de un entorno urbano demandante de movimiento, con usos complementarios como comercios, viviendas, ocio, entretenimiento o esparcimiento para el recreo. Las ágoras griegas eran espacios de debate, lugares donde la población ponía en común diferentes formas de ver la vida, la economía o la política. Seguramente, en una de estas plazas nació la democracia ateniense que, con el tiempo, iría transformándose y adaptándose a los caracteres de los gobernantes de cada época. Sin embargo, el espacio de reunión social siempre ha permanecido presente a lo largo de toda nuestra historia, los romanos lo convirtieron en el foro, los cristianos en las plazas de las catedrales y los skaters en la plazoleta del ayuntamiento de su pueblo.
Con la llegada de la revolución industrial y del levantamiento de barrios enteros dedicados exclusivamente al alojamiento en masa de comunidades de todo tipo, nacieron, a raíz de la necesidad de asociación, edificaciones con un único objetivo: crear comunidad. Oasis sociales entre bloques de viviendas que intentan ser el sustitutivo del ágora pero que, difícilmente lo consiguen. A la gente le gusta relacionarse al aire libre, en una plaza con bancos para sentarse y a la sombra de algún árbol, y si llueve, en un soportal. Así que, estos centros sociales tuvieron que buscar la manera de organizar actividades que fomenten la relación, desde el intercambio de libros, hasta talleres de informática. Pero quizás no está ahí la clave del éxito, quizás no es la función la que debería predominar en estos lugares, sino la creación de un entorno que promueva simplemente el bienestar. Lugares agradables donde la gente disfrute viendo las horas pasar. Porque solo el tiempo es generador de comunidad. Solo el roce hace el cariño.
Estos proyectos necesitan ser una herramienta para influir en el potencial humano y es muy difícil conseguir este objetivo tan arrogante en un aula rectangular de 30 metros cuadrados ventilada por huecos de ventanas verticales al fondo. La diversidad cultural y la identidad local deben reflejarse en el diseño, promoviendo así un verdadero sentido de pertenencia y reconocimiento de la comunidad. Cuestión que no se consigue simplemente pegando póster de Tomatito en el “rincón gitano”.
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