
El clan del oso cavernario
“En cuestiones energéticas, a veces lo más primario, básico y sencillo, es lo que mejor funciona.”
En estos días de tórrido sufrimiento, en el que cada mañana mis esperanzas se desvanecen al ver el mapa de temperaturas del telediario matinal, es cuando más me acuerdo de los hombres de las cavernas.
Es evidente que las grutas y cuevas son un inmediato refugio natural fácil de ocupar, colonizar y defender. Sin más esfuerzo que el de localizar un buen enclave, superar el miedo a la oscuridad y explorar sus entrañas, se obtenía la cédula de habitabilidad de un residencial en el que arraigarse por generaciones.
Probablemente, muchas de estas cuevas no cumplían las condiciones mínimas de salubridad que fija la actual normativa de obligado cumplimiento, pero desde luego hubieran alcanzado todas una Calificación Energética A++. Una lástima que los nómadas cazadores de la época no prestasen atención a estas cuestiones en vez de andar preocupados pintando bisontes para decorar el salón del refugio, porque se hubieran podido beneficiar de alguna subvención del ministerio de innovación.
Y aunque nos pueda parecer paradójico, en cuestiones energéticas, a veces lo más primario, básico y sencillo es lo que mejor funciona. La inercia térmica que se obtiene a base de espesor y masa es difícilmente superable por otro tipo de medios. Tan es así, que tras décadas de evolución constructiva en el que se ha tendido a reducir espesores de muros y cerramientos a base de materiales compuestos y sistemas tecnológicos a base de capas complejas, apoyados por instalaciones de control climático (vamos, el aire acondicionado y la calefacción “de toda la vida”) los nuevos vientos de la sostenibilidad y de eficiencia responsable están innovando en los llamados “sistemas pasivos” para lograr el tan ansiado confort en el interior de nuestras modernas cuevas. Vamos, que estamos esferificando el mosto para reinventar la uva.
Al final, lograr envolventes con una gran inercia térmica, controlar orientaciones y sombras y aprovechar las corrientes de ventilación natural, es volver a la casilla de salida con un alto porcentaje de éxito.
Difícilmente hoy, con nuestras espléndidas viviendas de 1.200 euros el metro cuadrado, aerotermia, vidrios climalit con control solar y aislamiento térmico hasta en el fondo de los armarios podemos acercarnos al confort térmico de la casa del pueblo de muros de tapial de 80 cm de espesor con ventanucos de 80 centímetros, y patios emparrados con su alcayata para colgar el botijo. ¡Qué llegue ya noviembre por favor!
0 comentarios