La ciudad de la luz
“Pero bueno ¿qué podemos esperar de un arquitecto o urbanista al que se le dan las llaves del diseño de toda una ciudad?”
Siempre llega ese momento del año en el que se vuelve complicado pasear por la calle, da igual dónde vivas, tarde o temprano ese día termina llegando. Si te encuentras en Almería será un martes de julio a las 3 de la tarde y si vives en Manhattan será un viernes de enero a las 10 de la noche. Normalmente, ese pico era el que terminaba definiendo cómo se estructuraba la ciudad. Las angostas y estrechas calles del Albaicín favorecen la sombra y el frescor en la ardiente Granada de verano, mientras que las grandes avenidas que atraviesan el centro de París fomentan la entrada de luz a todos los rincones de la ciudad, cuestión del todo necesaria si queremos dotar a la población de cierto bienestar y salubridad.
Estos pretextos socioculturales y climáticos han sido el pilar del desarrollo urbano de la mayor parte de las ciudades de nuestro planeta. Algunas se han ido construyendo poco a poco con el pasar de los años y ampliándose en función de las necesidades de los habitantes de su tiempo. Otras, han necesitado transformaciones profundas como el famoso Plan Haussman de París para conseguir evolucionar y adaptar la ciudad a las necesidades de su época.
Sin embargo, poco a poco, las razones culturales han ido dejando paso a otras cuestiones como las económicas y políticas, que han sido las que realmente han terminado definiendo el crecimiento de las ciudades y la planificación de nuevas urbes como la futura The Line en Arabia Saudita. El factor económico, el posicionamiento geopolítico frente a otras grandes potencias o el control del desarrollo poblacional terminan definiendo el modelo de ciudad, dejando a un lado si nos encontramos en el desierto o en la montaña.
Pero bueno, ¿qué podemos esperar de un arquitecto o urbanista al que se le dan las llaves del diseño de toda una ciudad? La estructura y el orden parecen ser cuestiones que solo se les daban bien a los romanos, porque los ejemplos de ciudades planificadas en los últimos siglos parecen responder más a razonamientos utópicos y aspiraciones personales que al firme compromiso de resolver los problemas de una sociedad en un tiempo y espacio determinado.
En 2006 surgió el proyecto para construir una nueva ciudad, ecológica y sostenible, de la firma del famoso arquitecto Norman Foster, donde los coches que se alimentan de combustibles fósiles no tenían cabida. Eso sí, financiada y promovida por la empresa energética de turno con afán de posicionar su compañía.
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