Refugio

“La cabina de un camión o un pequeño cobertizo en el jardín.  Solo necesita de un habitante que lo colonice.

En la soledad del despacho que tengo en casa a veces siento que el tiempo se detiene. No es un espacio muy grande pero sí suficiente. Yo creo que no es nada excepcional, y que es casi idéntico al que mucha gente tiene en su casa. A ojos de un extraño tal vez pueda parecer una habitación algo saturada de objetos y por ende desordenada e incómoda. Estanterías en las que algunos libros, fundamentalmente novelas de ciencia ficción clásica y revistas de arquitectura pugnan por ganar espacio con robots y artilugios electromecánicos, impresoras 3D, soldadores y herramientas diversas, ocupan dos de las cuatro paredes. Un gran mapamundi de unos tres metros cuadrados, y muchas fotos enmarcadas de los viajes familiares cierran los planos que completan mí despacho con vistas al mar. En el centro de la habitación en una mesa baja, un halcón Milenario de 3500 piezas de Lego acumula polvo esperando su momento que nunca llega para ser colgado del techo. Yo siempre digo que eso lo hace más auténtico, pero reconozco que mi familia me ha dejado por imposible.

Y en este espacio, sentado en una estrecha mesa en L en la que a duras penas encuentro hueco para colocar el teclado y el ratón, entre cacharros de toda índole, es donde más a gusto me encuentro, y donde a pesar de lo intenso y agotador que pueda resultar el trabajo que tenga entre manos, encuentro la paz y el sosiego.

Yo creo que todos tenemos (o deberíamos tenerlo) un espacio así. Cada uno a su manera. No importa de que esté hecho, o lo grande o pequeño que sea. Puede ser desde la cabina de un camión, la mesa del navegante de un velero o un pequeño cobertizo en el jardín. Solo necesita de un habitante que lo ocupe y lo colonice. Ya desde pequeños tendemos a crearnos refugios propios en los que desarrollar nuestra faceta solitaria. Un armario ropero, los bajos de una mesa camilla o la leñera en la que un día por desgracia dejas de caber, empiezan siendo esos fastuosos templos de la acogedora soledad.

El concepto de refugio abarca distintas escalas. Desde la más grande, como pueda ser la tierra, refugio de toda la vida, pasando por el refugio colectivo en el que desarrollar nuestra faceta social, hasta el refugio introspectivo y que solo requiere de unos modestos pero reconocibles límites espaciales. A veces uno encuentra o construye ese lugar, otras veces es el lugar el que te encuentra a ti. En cualquier caso, cuando sucede, el tiempo se detiene.

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