Una intimidad abierta

“Al igual que las personas, la arquitectura puede ser abierta y cerrada al mismo tiempo

Siempre he pensado que el día de mañana me encantaría proyectar y construir mi propia casa. Imagino que no soy ningún caso aislado. Esta idea de levantar nuestra propia vivienda subyace en gran parte de la población mundial. Desde aquellos que  reforman y habilitan poco a poco una furgoneta para vivir en ella, a aquellos que ahorran como la hormiga en invierno y con la ilusión de un niño, hasta encontrar la parcela de sus sueños donde colocar definitivamente el huevo.

Me gustaría que esa casa fuese acogedora, íntima, agradable. Me encantaría gozar de la suficiente paz en su interior, a la vez que disfrutar de unos exteriores abiertos pero privados. Solo con la mera elección de una casa unifamiliar como forma de vida, queda evidente una clara actitud intimista respecto al hogar. ¿Quién no sueña con disfrutar de una terraza, unos bellos jardines en planta baja, o incluso una piscina al aire libre, pero sin sufrir el continuo hostigamiento de vecinos y viandantes?

El emplazamiento es el punto de partida para diseñar cualquier obra arquitectónica, pero no debemos olvidar que toda expresión del sentimiento puede emerger en cualquier lugar. Solo hay que tocar las teclas adecuadas del piano. Una casa puede transmitir paz y serenidad aunque no tenga paredes, a la vez que puede ser abierta y pública aunque esté totalmente flanqueada por muros de seis metros de altura. Todo es cuestión de la percepción del espacio a tu alrededor. La famosa Casa Farnsworth se podría resumir en dos planos horizontales rodeados por paredes de vidrio en todas sus direcciones, pero sin embargo es íntima y solitaria por su singular ubicación en mitad de un bosque en Illinois y a orillas de un pequeño río.

Se vuelve fundamental explorar las posibilidades que el lugar nos ofrece para diseñar espacios acorde a la forma de vida buscada. Pero no debemos olvidar que, adaptando la estrategia arquitectónica, se puede conseguir cualquier fin en casi cualquier medio. Al igual que las personas, la arquitectura puede ser abierta y cerrada al mismo tiempo. Así como alguien puede ser guapo y feo según los ojos que lo miran. No se debería estigmatizar cualquier obra con algún adjetivo absoluto, todo depende de quien lo perciba. Al igual que las diferentes emociones que un cuadro de Goya o una canción de Nirvana pueden llegar a producir en cada uno de nosotros. Desde el amor al miedo en apenas unos acordes o unas pinceladas muy bien ejecutadas.

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