21 de agosto

“La mejor casa del mundo es la que pueda compartir contigo»

El amor por la música, por los desayunos al sol del sábado o por los pícnics en la playa son cosas que casi todos compartimos, al igual que el odio por las mudanzas. Tener que empaquetar todas tus pertenencias en cajas de cartón y dar trescientos viajes de un sitio a otro para afrontar la inminente salida de tu zona de confort, no suele ser una experiencia agradable a priori. Implica ser consciente del volumen total que ocupan todos tus cachibaches y te obliga a replantear su verdadera utilidad, a decir verdad, una mudanza es una buena purga si consigues dejar a un lado la carga de la nostalgia. Se trata de un ejercicio más mental que físico y si tu voluntad está convencida, siempre lo verás como un cambio de etapa. Da igual si la futura casa tiene garaje, piscina, pista de pádel o está en primera línea de playa, lo importante es que entre el sol por las ventanas y que estés junto a aquellos que te hagan feliz, aunque lleve cerrada más de 8 años y tenga muebles de los años 60.

Pese a parecer chocante, la experiencia me ha demostrado que puedes llegar a ser más feliz encerrado en un pequeño apartamento padeciendo unas paperas, que en un chalet con el mejor de los jardines, el secreto es sencillo: estar bien acompañado. A veces nos obsesionamos con la relación entre las cosas materiales y nuestra calidad de vida; una moto nueva, dos vestidores repletos de ropa, una casa preciosa con grandes ventanales en la que podamos andar descalzos y todo esté ordenado bajo las normas del feng shui pero, en la mayoría de las ocasiones, la felicidad tenemos que buscarla en nuestro interior.

Solo conseguiremos desprendernos de nuestra obsesión por la persecución de un modelo ideal cuando descubramos y redefinamos qué es una vida ideal. Desgraciadamente, esto va unido a cierta madurez interna. Creemos que el mejor viaje siempre se resume a desplazarnos lo más lejos posible de nuestro entorno local, pero muchas veces olvidamos que, las mejores vacaciones son aquellas a las que llevas tu entorno contigo. No importa los maravillosos museos o playas paradisíacas que visites, en avión o en barco, lo importante es poder compartirlo con aquellas personas a las que amas.

Al igual que un cocinero al que le cuesta trabajo decantarse por su plato favorito, sigo sin tener nada claro como me gustaría que fuera mi vivienda ideal. Sin embargo, no tengo ninguna duda de que, sea como sea, me encantaría que fuese junto a ella. Feliz cumpleaños.

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