
1 de julio
“Los proyectos disruptivos y que plantean un cambio de paradigma son solo el inicio”
Desde el foro romano, pasando por cualquier zoco árabe o incluso el peculiar Ponte Vecchio de Florencia, los espacios urbanos destinados al comercio han sido siempre el epicentro de la actividad social y mercantil y por lo tanto, sinónimo de progreso, de cualquier pueblo. En la mayoría de ocasiones, el propio ajetreo común de la ciudad es el encargado de determinar los mejores lugares para comerciar. Bien sea a orillas de un río, en el cruce entre dos caminos o en la plaza central de la ciudad, el ser humano siempre ha buscado hacer negocios allá donde la notable afluencia de personas proporcione una mayor cantidad de oportunidades.
Podemos aventurar que grandes ciudades fueron fundadas a raíz de su posición estratégica en rutas comerciales internacionales y por lo tanto, el comercio es el factor que termina definiendo el lugar y no al revés. Por este motivo, siempre han resultado realmente complicadas las actuaciones urbanas destinadas a reactivar algún sector en concreto. Los cambios solo son verdaderamente duraderos cuando su proceso transformador es lento y paulatino. Los proyectos disruptivos y que plantean un cambio de paradigma son solo el inicio de un proceso que necesita ser afianzado con el paso del tiempo.
Indudablemente existen numerosos casos de éxito, como la sobresaliente transformación urbana que ha sufrido Bilbao en las últimas décadas, potenciada por la inauguración del Museo Guggenheim que consiguió transformar una ciudad industrial en un foco cultural a nivel mundial. Con sus partidarios y sus detractores, toda la ciudad ha ido evolucionando a lo largo de los años a partir de un polémico proyecto de arquitectura, afianzando el concepto de hito que tanto se ha explotado a lo largo de la historia.
Sin embargo, hoy en día, la actividad comercial responde a cuestiones bastante dispares a las culturales pero que, en cierta manera, pueden llegar a tocarse aportando al pueblo algo más que un museo privado o un mercado cerrado. Las formas de vida urbanas están en constante cambio y una buena lectura del entorno y sus necesidades serán la clave para que un proyecto sea realmente influyente en la zona.
Resulta curioso pensar cómo algunas tipologías del pasado pueden seguir siendo válidas a día de hoy y cómo otras son totalmente cambiantes y adaptables a nuestra realidad. Pero nadie evitará que los vendedores ambulantes sigan eligiendo las rotondas para vender melones.
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