Midnight in Paris
“El presente es aburrido, lo vemos todos los días. Solo el pasado es romántico.”
Midnight in Paris en una preciosa película que pone de manifiesto un concepto muy concreto: el ser humano tiende a glorificar épocas pasadas desprestigiando el presente. El presente es aburrido, lo vemos todos los días. Solo el pasado es romántico, todo lo bueno y lo malo de la actualidad se debe a los aciertos y errores de nuestros antecesores. Los Romanos imitaban a los Griegos, el Renacimiento se nutre del Clasicismo y gran parte del arte contemporáneo mantiene el espíritu innovador de las vanguardias de los años 20.
Este concepto se podría explicar mediante una poesía de apenas 4 versos, con una novela de 400 páginas o con una serie de 4 temporadas. Cada arte tiene sus tiempos y sus medios de transmisión. Algunos son más breves y concisos y otros requieren de una digestión algo más pesada, pero ninguno es tan eterno como la arquitectura.
La ciudad o la vivienda son solo algunas de las manifestaciones urbanas perennes con el paso del tiempo y que, de una forma u otra, conforman nuestra percepción de la realidad presente, pasada y futura. Los vehículos que circulan hoy por París son muy diferentes a los que circulaban hace 50 años, pero las calles y fachadas son prácticamente las mismas. Las formas de vida evolucionan con el tiempo pero las ciudades siempre van un poco por detrás, como dinosaurios del pasado a los que les cuesta coger un smartphone porque sus pezuñas aún no han evolucionado lo suficiente.
Un paseo nocturno por París es comparable a caminar por el interior de un cuadro de un paisaje expresionista. Es una sensación similar a fruncir el ceño y desenfocar los ojos, todas las luces se vuelven más grandes, más ambientales, el entorno se convierte en un escenario. El escenario donde transcurre la vida, la historia. Es un conjunto en el que no consigues identificar sus partes hasta que te acercas. Eso sí, siempre hay una torre, un hito que despunta y genera el contraste suficiente que refuerce esta sensación.
Aunque parezca una obviedad, la gran diferencia entre la arquitectura y el resto de las artes es que puedes habitarla, la arquitectura te envuelve, se convierte en el todo y en la nada. Pueden pasar días e incluso años sin que te des cuenta de su mera presencia, pero cuando una ciudad o una obra en particular te sobrecoge, te ataca directamente a todos tus sentidos. Al igual que la música, si escuchas una canción que te emocione, a pesar de percibirla por los oídos, la sientes hasta en los pelos de la piel.
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