Neoclásico por fuera

“En el interior de los edificios puede llegar a desarrollarse otro mundo, contarse otra historia, tener otro propósito

Si un guionista de cómic usa una poesía de Shakespeare para orquestar una secuencia de viñetas, es necesaria la cita de dicho autor al pie de página. Si un director de cine quiere usar una canción de Hans Zimmer en su película, tiene que dirigirse a su estudio para comprar los derechos de las piezas en cuestión.

Sin embargo, si una película se desarrolla en una ciudad en concreto y cada escenario, cada paisaje y cada esquina ha sido diseñada por un arquitecto, ¿quién pide permiso para grabar la ciudad? La ciudad es parte de nosotros, es una extensión de nuestra vida, no es de nadie, es de todos. Podríamos decir que la arquitectura y por lo tanto, el urbanismo, es una de las disciplinas artísticas más libres que existen. Muchos autores regalan a la sociedad sus obras para el disfrute de todos los ciudadanos, eso sí, previo pago de sus clientes y promotores. Ningún pintor come pinturas.

Una fachada puede ser translúcida o totalmente opaca, con proporciones verticales u horizontales, pero siempre es la encargada de aportar la escala al barrio y formar parte de la imagen urbana que tus ojos perciben cuando vas de camino al trabajo. En el interior de los edificios puede llegar a desarrollarse otro mundo, contarse otra historia, tener otro propósito. Los edificios pueden revelar su uso a través de su expresión exterior, pero también pueden ocultarlo, tratando a las fachadas como auténticas caretas de carnaval.

El Altes Museum de Berlín es un claro ejemplo de este juego de la ilusión. El edificio presenta una fachada principal totalmente neoclásica, con un ritmo de columnas jónicas que enfatizan aún más su horizontalidad y que aporta el telón de fondo ideal para el parque público que descansa a sus pies. A pesar de todo, sus formas lineales quedan totalmente desvirtuadas cuando entramos en su interior. Una gran sala circular iluminada por una apertura cenital en su cúpula evoca directamente al Panteón de Roma. El edificio trata de esconder su forma interior usando cualquier artimaña posible para ocultar la visión de la cúpula desde cualquier perspectiva de la plaza. En el clasicismo griego no existían las cúpulas, así que el imponente museo quiere ser fiel a sus principios, pero solo al exterior. El espacio interior es otra cosa, es más emotivo que representativo.

Por fuera la imagen y por dentro la emoción, como los seres humanos, que nos vestimos de azul para esconder nuestro marrón corazón.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *