Polvo fuimos, polvo seremos

“Los espacios abandonados tienen un componente místico que aborda directamente a la memoria

Las mansiones abandonadas, las ruinas en el desierto y las fábricas de cemento tienen más de un punto de unión. Todas gozan de un componente romántico y evocador, muy próximo a algunas obras de Ricardo Bofill, donde el juego de los volúmenes bajo el sol generan auténticas emociones plásticas. A decir verdad, los espacios abandonados tienen un componente místico que aborda instantáneamente en la memoria, haciendo que no puedas más que imaginar cómo se vivía en ese lugar en otra época.

Este tipo de sensaciones pueden llegar a producir la creencia de que las formas de vida actuales no son las mejores, que nuestros antepasados vivían más felices y que la arquitectura vernácula es la realmente auténtica. Sin embargo, no hay verdades absolutas y cada individuo es prisionero de su tiempo, lo cual no significa que, alguien que mira hacia adelante con la fuerte convicción de hacer progresar la arquitectura, no pueda maravillarse, estudiar y referenciarse en antiguas tipologías.

Aunque, por mucho que el mundo avance de una manera vertiginosa, siempre podemos encontrar algún lobo solitario anclado en la nostalgia de tiempos pasados, enamorado de los muros de piedra y de los cortijos abandonados en mitad del desierto, donde el contacto con la naturaleza estaba realmente presente en el día a día. Un contacto real, directo, en lo bueno y en lo malo, en lo agradable de respirar aire puro y en lo salvaje de tener que bajar a lavar la ropa a la fuente más cercana, si es que había alguna. Como cualquier otro animal de este planeta, el ser humano reside en la superficie del globo terráqueo y ha tenido que desenvolverse en las condiciones más adversas y más favorables, pero poco a poco, ha ido desvinculándose del medio natural para terminar construyendo su propio mundo de hormigón, acero y vidrio. Esta desvinculación de lo natural va en aumento año tras año, empezamos con la cabaña de Laugier y parece que estamos destinados a una retirada total del mundo físico en favor del mundo virtual altamente interconectado. 

¿Es el ser humano menos humano desde que esta brecha con lo natural se hizo más notoria? O por el contrario, ¿es condición humana erigir su propio mundo? Y en tal caso, ¿qué deberíamos hacer con todas aquellas edificaciones en ruinas que fueron la seña de nuestros abuelos? ¿Estudiarlas? ¿Rehabilitarlas? ¿Dejar que vuelvan a ser polvo cósmico? Muchas preguntas para pocas respuestas.

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