Solo una cosa
“Sin distracciones, sin idas y venidas, un objetivo, un camino y una meta”
Al principio de todo, solo tenemos un objetivo, dar la primera bocanada de aire al nacer, luego se va complicando la cosa, queremos comer, dormir, reír o incluso ser felices. Muchos son los objetivos que van definiendo el porvenir de nuestra vida, pero pocos son los que llegamos a conseguir en tiempo y forma. Las distracciones físicas y mentales son la forma de vivir del mundo occidental contemporáneo, un mundo plagado de estímulos cada vez más constantes que, en muchas ocasiones, nos impiden centrarnos en lo que realmente nos importa.
Un día, mi padre me confesó la estrategia que tuvo que seguir para resolver todos los problemas económicos familiares tras la explosión de la crisis del 2008, “mira Pepe, me centré en un problema, sin importarme el resto, me centré en una cosa, una única cosa, y cuando por fin la solucioné, me centré en la siguiente”. Sin distracciones, sin idas y venidas, un objetivo, un camino y una meta.
Se trata de una forma de entender la vida muy pragmática, que puede ser muy fácil de aplicar a la hora de abordar cualquier circunstancia a corto plazo, pero fácilmente olvidable en las cuestiones de fondo que marcan nuestra vida en gran medida. Muchos de nosotros somos incapaces de hacer dos cosas a la vez, pero luego podemos llevar adelante un millón de distracciones sin ningún tipo de problema. No podemos bailar y pensar al mismo tiempo, pero sí somos capaces de salirnos de nuestro camino con solo mirar el aleteo de una mosca.
Queremos estar en todas partes y gracias a eso conseguimos no estar en ninguna. Una virtud o un defecto, depende de cómo se interprete.
Al trasladar estos conceptos al desarrollo de un proyecto arquitectónico y sobre todo, a la evolución de una idea inicial, indudablemente, infinidad de circunstancias van a conseguir interferir y desvirtuar nuestras convicciones, desde las necesidades programáticas, hasta las cuestiones normativas o urbanísticas. Sin embargo, he aquí la verdadera labor del arquitecto, conseguir hacer malabares para nunca olvidar el objetivo fundamental de cualquier arte, transmitir emociones.
Seguramente, durante el desarrollo del proyecto del famoso Panteón de Agripa de Roma, infinidad de problemas técnicos y estructurales pusieron contra las cuerdas a su arquitecto, pero la firme convicción de construir la cúpula de hormigón más grande y emotiva del mundo consiguió sobreponerse y llegar al corazón de millones de visitantes durante miles de años.
0 comentarios